O podía ser, era imposible. Le habían dado en su punto débil.
Pensó en que era la putada más grande que le podrían haber hecho.
Así que
decidió algo que nadie podría impedirle hacer lo que iba a hacer, ya que poca
gente en su lugar lo haría. Pero él era especial… ya lo había hecho antes,
aunque no le hacía nada, pero nada de gracia porque hacía mucho que no lo hacía.
Y cuando lo había hecho eran otros motivos muy diferentes.
Bueno… en
realidad hacía sólo dos años… Daba igual, lo haría de todos modos. Además
estaba en la ciudad de Nueva York y tenía motivo y oportunidad.
Así que
cogió su arma favorita, la única que conservaba y… Espera, era un chico listo,
si usaba la suya propia le cogerían antes de darse el piro. Tal vez se fuera a
muy lejos, puede que con su familia de Berlín o tal vez contactara con un viejo
amigo, pero seguro que estaría ocupado y no querría hablar con él. Daba igual,
en ese momento nada le importaba. Su
teléfono móvil sonó, sacándolo de sus pensamientos.
Era
justamente él:
-Tenemos que
hablar, es importante.
-Claro, pero
no me apetece hablar por teléfono. Vayamos al Green café. – dijo mintiendo.
Llamó a la
puerta de su vecino, un hombre viejo que siempre le contaba anécdotas de la
guerra. Le pidió su valiosa arma, una vieja escopeta. Con la escusa de que
había una paloma en su ventana muy pesada y nunca la conseguía capturar. Pero
también cogió su arma, tenía un plan.
Así que cuando se vieron, él volvió
a mentir:
-Mira que loca está la gente –dijo
mientras le dirigía al callejón de al lado y le mostró unos restos de algún
animal mal oliente que se encontraba en el cubo de la basura por pura
casualidad. –Oye, ¿sobre qué querías hablarme?
-He descubierto una cosa, algo de
una persona cercana a mi muy mala y no sé que hacer.
-Pues contarlo no.
-¿Por qué no? Era lo que pensaba
hacer.
-Porque ya que lo sabes, sabrás que
siempre tengo otro plan.
-¿Y qué harás? ¿Matarme, tal vez?
Sacó el arma, se la enseñó y
disparó. Sin piedad.
A la mañana siguiente un vagabundo
se lo encontró, a él y a los restos extraños del contenedor. Llamó a la
policía.
-Murió al
instante, un solo tiro en medio de la frente, la persona que lo mató tenía
buena puntería –dijo Elena.
-Un
profesional –adivinó nuestro querido inspector.
-Sí, pero
no usó un arma discreta. A juzgar por la bala, es una escopeta normal.
-Ya sé
quien es, se llama Zack Barton. Estadounidense de cuarenta años, soltero… Vive
solo y su hermana está de luna de miel, cogerá un vuelo mañana y podremos
hablar con ella. Tiene una tía, la llamaré. –dijo el detective Jones.
-Gracias
Chris –dijo Sarah, siempre era muy amable y más le servía serlo, no era policía
y sin embargo estaba allí, ayudando a Harrison.
-Trabajaba
como profesor de historia en la universidad, pero vivía por la zona.-dijo Kim,
la otra detective.
-De
acuerdo, vamos a la central, pero antes quiero que habléis con la gente del
bar. Tendrán que haber oído algo. –decidió Jones.
-Ayer había
fuegos artificiales cerca de aquí. Yo vine a verlos con Alice. Seguramente no
lo notaran. Y al estar soltero apostaría a que no tiene mucha vida social…
Hablemos con sus compañeros de trabajo. –sugirió Sarah.
-Vale, pero
aquí está su teléfono. La última llamada es a un tal ‘’Darren’’. –dijo Kim con
el móvil en la mano.
-Seguro que
es de su trabajo.
-No te
precipites… Le voy a buscar.
-En el bar dicen
que le vieron irse con un hombre de unos cuarenta años.
Sarah vio
algo en el suelo que le llamó la atención, era un pin, pero le llamó la
atención. Nadie la estaba mirando, así que se lo guardó en el bolsillo. Luego a
llegar a su casa lo miró bien y supo que ya lo había tenido antes en las manos,
porque ella tenía uno igual, además recordaba perfectamente de quien era. Pero
si era el asesino estaría entre la espada y la pared…
Entonces
encajó las piezas. Sabía que Kim y Christian habían ido al trabajo de la
víctima, así que les llamó:
-¿Qué sabéis
de Darren?
-Que no ha
venido a trabajar hoy. Jack le está investigando, ve a la comisaría. Tenemos
que encontrarle, ya podría haber salido del país, nos lleva varias horas de
ventaja.
-Puede
estar en su piso.
Momentos
después llamaban Jack y Sarah a la puerta de Darren. Sarah se quedó detrás,
Darren les abrió y el inspector dijo:
-Policía de
Nueva York, buscamos a Darren.
-Sí, soy
yo. ¿Qué quieren?
-Querríamos
hacerle unas preguntas sobre Zack Barton- Darren se extrañó –Está muerto.
-¿Cómo…?
¿Muerto?
-Sí, usted
fue la última persona con la que habló por teléfono. ¿Qué le dijo?
-Me dijo
que estaba el Green Café con unos amigos. Es un bar en el que solemos quedar a
veces después de trabajar.
-Si, le
encontraron en un callejón al lado de ese bar.
-Me
preguntó si quería ir, pero era tarde y no fui.
-Vale,
muchas gracias –dijo, pero no siguió porque le llamaron, se disculpó, anduvo
unos pasos a la izquierda del pasillo y dejó que Darren viera a Sarah.
Antes de
que Darren dijera nada, Sarah le puso la mano en los labios y se aseguró de que
Jack no les viese. Luego le entregó un papel y Jack le dijo que fuera yendo al
coche.
Cuando los
inspectores se fueron, Darren abrió la nota y leyó la dirección, luego cogió su
chaqueta y se fue.